Fábulas en verso

de Tomás de Iriarte (Ed. arreglada por Jaime Fitzmaurice-Kelly)



Páginas: [1] [2]


El mono y el titiritero

(Sin claridad no hay obra buena.)


El fidedigno padre Valdecebro,

Que en discurrir historias de animales

Se calentó el celebro,

Pintándolos con pelos y señales;

Que en estilo encumbrado y elocuente

Del unicornio cuenta maravillas

Y el ave fénix cree a pie juntillas

(No tengo bien presente

Si es en el libro octavo o en el nono),

Refiere el caso de un famoso Mono.

 

Éste, pues, que era diestro

En mil habilidades, y servía

A un gran titiritero, quiso un día,

Mientras estaba ausente su maestro,

Convidar diferentes animales

De aquellos más amigos,

A que fuesen testigos

De todas sus monadas principales.

 

Empezó por hacer la mortecina;

Después bailó en la cuerda a la arlequina,

Con el salto mortal y la campana,

Luego el despeñadero,

La espatarrada, vueltas de carnero,

Y al fin el ejercicio a la prusiana.

 

De éstas y de otras gracias hizo alarde,

Mas lo mejor faltaba todavía;

Pues imitando lo que su amo hacía,

Ofrecerles pensó, porque la tarde

Completa fuese y la función amena,

De la linterna mágica una escena.

 

Luego que la atención del auditorio

Con un preparatorio

Exordio concilió, según es uso,

Detrás de aquella máquina se puso;

Y durante el manejo

De los vidrios pintados,

Fáciles de mover a todos lados,

Las diversas figuras

Iba explicando con locuaz despejo.

 

Estaba el cuarto a obscuras,

Cual se requiere en casos semejantes,

Y aunque los circunstantes

Observaban atentos,

Ninguno ver podía los portentos

Que con tanta parola y grave tono

Les anunciaba el ingenioso Mono.

 

Todos se confundían, sospechando

Que aquello era burlarse de la gente.

Estaba el Mono ya corrido, cuando

Entró maese Pedro de repente,

E informado del lance, entre severo

Y risueño le dijo: "¡Majadero!

¿De qué sirve tu charla sempiterna,

Si tienes apagada la linterna?"

 

Perdonadme, sutiles y altas Musas,

Las que hacéis vanidad de ser confusas:

¿Os puedo yo decir con mejor modo

Que sin la claridad os falta todo?


El naturalista y las lagartijas

(A ciertos libros se les hace demasiado favor en criticarlos.)


Vio en una huerta

Dos Lagartijas

Cierto curioso

Naturalista.

 

Cógelas ambas,

Y a toda prisa

Quiere hacer de ellas

Anatomía.

 

Ya me ha pillado

La más rolliza;

Miembro por miembro

Ya me la trincha;

El microscopio

Luego le aplica.

 

Patas y cola,

Pellejo y tripas,

Ojos y cuello,

Lomo y barriga,

Todo lo aparta,

Y lo examina.

 

Toma la pluma,

De nuevo mira,

Escribe un poco,

Recapacita.

 

Sus mamotretos

Después registra;

Vuelve a la propia

Carnicería.

 

Varios curiosos

De su pandilla

Entran a verle:

Dales noticia

De lo que observa;

Unos se admiran,

Otros preguntan,

Otros cavilan.

 

Finalizada

La anatomía,

Cansóse el sabio

De Lagartija.

Soltó la otra,

Que estaba viva.

 

Ella se vuelve

A sus rendijas,

En donde hablando

Con sus vecinas,

Todo el suceso

Les participa.

 

"No hay que dudarlo,

No (les decía):

Con estos ojos

Lo vi yo misma.

 

Se ha estado el hombre

Todito un día

Mirando el cuerpo

De nuestra amiga.

 

¿Y hay quien nos trate

De sabandijas?

¿Cómo se sufre

Tal injusticia,

Cuando tenemos

Cosas tan dignas

De contemplarse

Y andar escritas?

 

¡No hay que abatirse,

Noble cuadrilla!

Valemos mucho,

Por más que digan."

 

¡Y querrán luego

Que no se engrían

Ciertos autores

De obras inicuas!

Los honra mucho

Quien los critica.

No seriamente,

Muy por encima,

Deben notarse

Sus tonterías;

Que hacer gran caso

De Lagartijas,

Es dar motivo

De que repitan:

"¡Valemos mucho,

Por más que digan!"


El oso, la mona y el cerdo

(Nunca una obra se acredita tanto de mala como cuando la aplauden los necios.)


Un Oso con que la vida

Ganaba un piamontés,

La no muy bien aprendida

Danza ensayaba en dos pies.

 

Queriendo hacer de persona,

Dijo a una Mona: "¿Qué tal?"

Era perita la Mona,

Y respondióle: "Muy mal."

 

—"Yo creo, replicó el Oso,

Que me haces poco favor.

¿Pues qué? ¿mi aire no es garboso?

¿No hago el paso con primor?"

 

Estaba el Cerdo presente,

Y dijo: "Bravo, ¡bien va!

Bailarín más excelente

No se ha visto ni verá."

 

Echó el Oso, al oír esto,

Sus cuentas allá entre sí

Y, con ademán modesto,

Hubo de exclamar así:

 

"Cuando me desaprobaba

La Mona, llegué a dudar;

Mas ya que el Cerdo me alaba,

Muy mal debo de bailar."

 

Guarde para su regalo

Esta sentencia un autor:

Si el sabio no aprueba, ¡malo!

Si el necio aplaude, ¡peor!



El topo y otros animales

(Nadie confiesa su ignorancia, por más patente que ella sea.)


Ciertos animalitos,

Todos de cuatro pies,

A la gallina ciega

Jugaban una vez.

 

Un Perrillo, una Zorra

Y un Ratón, que son tres;

Una Ardilla, una Liebre

Y un Mono, que son seis.

 

Éste a todos vendaba

Los ojos, como que es

El que mejor se sabe

De las manos valer.

 

Oyó un Topo la bulla,

Y dijo: "Pues, pardiez,

Que voy allá, y en rueda

Me he de meter también."

 

Pidió que le admitiesen;

Y el Mono, muy cortés,

Se lo otorgó (sin duda

Para hacer burla de él).

 

El Topo a cada paso

Daba veinte traspiés,

Porque tiene los ojos

Cubiertos de una piel;

 

Y a la primera vuelta,

Como era de creer,

Facilísimamente

Pillan a su merced.

 

De ser gallina ciega

Le tocaba la vez;

Y ¿quién mejor podía

Hacer este papel?

 

Pero él, con disimulo,

Por el bien parecer,

Dijo al Mono: "¿Qué hacemos?

Vaya ¿me venda usted?"

 

Si el que es ciego, y lo sabe,

Aparenta que ve,

¿Quién sabe que es idiota,

Confesará que lo es?


La música de los animales

(Cuando se trabaja una obra entre muchos, cada uno quiere apropiársela si es buena, y echa la culpa a los otros si es mala.)


Atención, noble auditorio,

Que la bandurria he templado,

Y han de dar gracias cuando oigan

La jácara que les canto.

 

En la corte del león,

Día de su cumpleaños,

Unos cuantos animales

Dispusieron un sarao;

Y para darle principio

Con el debido aparato,

Creyeron que una academia

De música era del caso.

 

Como en esto de elegir

Los papeles adecuados

No todas veces se tiene

El acierto necesario,

Ni hablaron del ruiseñor,

Ni del mirlo se acordaron,

Ni se trató de calandria,

De jilguero ni canario.

 

Menos hábiles cantores,

Aunque más determinados,

Se ofrecieron a tomar

La diversión a su cargo.

 

Antes de llegar la hora

Del canticio preparado,

Cada músico decía:

"¡Ustedes verán qué rato!"

 

Y al fin la capilla junta

Se presenta en el estrado,

Compuesta de los siguientes

Diestrísimos operarios.

Los tiples eran dos grillos;

Rana y cigarra, contraltos;

Dos tábanos los tenores;

El cerdo y el burro, bajos.

 

Con qué agradable cadencia,

Con qué acento delicado

La música sonaría,

No es menester ponderarlo.

 

Baste decir que los más

Las orejas se taparon,

Y, por respeto al león,

Disimularon el chasco.

 

La rana por los semblantes

Bien conoció, sin embargo,

Que habían de ser muy pocas

Las palmadas y los bravos.

 

Salióse del corro y dijo:

"¡Cómo desentona el asno!"

Este replicó: "Los tiples

Sí que están desentonados."

 

—"Quien lo echa todo a perder

(Añadió un grillo chillando)

Es el cerdo."—"Poco a poco

(Respondió luego el marrano);

Nadie desafina más

Que la cigarra, contralto."

 

—"Tenga modo, y hable bien

(Saltó la cigarra); es falso;

Esos tábanos tenores

Son los autores del daño."

 

Cortó el león la disputa,

Diciendo: "¡Grandes bellacos!

¿Antes de empezar la solfa,

No la estabais celebrando?

 

Cada uno para sí

Pretendía los aplausos,

Como que se debería

Todo el acierto a su canto.

 

Mas viendo ya que el concierto

Es un infierno abreviado,

Nadie quiere parte en él,

Y a los otros hace cargos.

 

Jamás volváis a poneros

En mi presencia: ¡mudaos!

Que si otra vez me cantáis,

Tengo de hacer un estrago."

 

¡Así permitiera el Cielo

Que sucediera otro tanto

Cuando, trabajando a escote

Tres escritores o cuatro,

Cada cual quiere la gloria

Si es bueno el libro, o mediano,

Y los compañeros tienen

La culpa si sale malo!


Los dos conejos

(No debemos detenernos en cuestiones frívolas, olvidando el asunto principal.)

 

Por entre unas matas,

Seguido de perros

(No diré corría),

Volaba un Conejo.

 

De su madriguera

Salió un compañero,

Y le dijo: "Tente,

Amigo; ¿qué es esto?"

 

—"¿Qué ha de ser? responde:

Sin aliento llego...

Dos pícaros galgos

Me vienen siguiendo."

 

—"Sí (replica el otro),

Por allí los veo...

Pero no son galgos."

—"¿Pues qué son?"—"Podencos."

 

—"¿Qué? ¿Podencos dices?

Sí, como mi abuelo.

Galgos y muy galgos,

Bien vistos los tengo."

 

—"Son podencos: vaya,

Que no entiendes de eso."

—"Son galgos te digo."

—"Digo que podencos."

 

En esta disputa,

Llegando los perros,

Pillan descuidados

A mis dos Conejos.

 

Los que por cuestiones

De poco momento

Dejan lo que importa,

Llévense este ejemplo.



¿Qué fábula te ha gustado más?


Escribir comentario

Comentarios: 0