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(Muy necio y envidioso es quien afea un pequeño descuido en una obra grande.)
Arando estaba el Buey; y a poco trecho,
La Cigarra, cantando, le decía:
"¡Ay, ay! ¡Qué surco tan torcido has hecho!"
Pero él le respondió: "Señora mía,
Si no estuviera lo demás derecho,
Usted no conociera lo torcido.
Calle, pues, la haragana reparona;
Que a mi amo sirvo bien, y él me perdona
Entre tantos aciertos un descuido."
¡Miren quién hizo a quién cargo tan fútil!
Una Cigarra al animal más útil.
Mas ¿si me habrá entendido
El que a tachar se atreve
En obras grandes un defecto leve?
(Sin reglas del arte, el que en algo acierta, acierta por casualidad.)
Esta fabulilla,
Salga bien o mal,
Me ha ocurrido ahora
Por casualidad.
Cerca de unos prados
Que hay en mi lugar,
Pasaba un Borrico
Por casualidad.
Una flauta en ellos
Halló, que un zagal
Se dejó olvidada
Por casualidad.
Acercóse a olerla
El dicho animal,
Y dio un resoplido
Por casualidad.
En la flauta el aire
Se hubo de colar,
Y sonó la flauta
Por casualidad.
¡Oh! dijo el Borrico:
¡Qué bien sé tocar!
¡Y dirán que es mala
La música asnal!
Sin reglas del arte,
Borriquitos hay
Que una vez aciertan
Por casualidad.
(A los que se aprovechan de las noticias de otros, y tienen la ingratitud de no citarlos.)
Cargado de conejos,
Y muerto de calor,
Una tarde de lejos
A su casa volvía un Cazador.
Encontró en el camino,
Muy cerca del lugar,
A un amigo y vecino,
Y su fortuna le empezó a contar.
"Me afané todo el día
(Le dijo); pero ¡qué!
Si mejor cacería
No la he logrado, ni la lograré.
"Desde por la mañana
Es cierto que sufrí
Una buena solana;
Mas mira qué gazapos traigo aquí.
"Te digo y te repito,
Fuera de vanidad,
Que en todo este distrito
No hay cazador de más habilidad."
Con el oído atento
Escuchaba un Hurón
Este razonamiento,
Desde el corcho en que tiene su mansión.
Y el puntiagudo hocico
Sacando por la red,
Dijo a su amo: "Suplico
Dos palabritas, con perdón de usted.
"Vaya, ¿cuál de nosotros
Fue el que más trabajó?
¿Esos gazapos y otros
Quién se los ha cazado sino yo?
"¡Patrón! ¿tan poco valgo,
Que me tratan así?
Me parece que en algo
Bien se pudiera hacer mención de mí."
Cualquiera pensaría
Que este aviso moral
Seguramente haría
Al Cazador gran fuerza; pues no hay tal.
Se quedó tan sereno
Como ingrato escritor
Que del auxilio ajeno
Se aprovecha, y no cita al bienhechor.
(Ningún particular debe ofenderse de lo que se dice en común.)
Allá, en tiempo de entonces,
Y en tierras muy remotas,
Cuando hablaban los brutos
Su cierta jerigonza,
Notó el sabio Elefante
Que entre ellos era moda
Incurrir en abusos
Dignos de gran reforma.
Afeárselos quiere,
Y a este fin los convoca.
Hace una reverencia
A todos con la trompa,
Y empieza a persuadirlos
En una arenga docta,
Que para aquel intento
Estudió de memoria.
Abominando estuvo
Por más de un cuarto de hora
Mil ridículas faltas,
Mil costumbres viciosas:
La nociva pereza,
La afectada bambolla,
La arrogante ignorancia,
La envidia maliciosa.
Gustosos en extremo,
Y abriendo tanta boca,
Sus consejos oían
Muchos de aquella tropa:
El Cordero inocente,
La siempre fiel Paloma,
El leal Perdiguero,
La Abeja artificiosa,
El Caballo obediente,
La Hormiga afanadora,
El hábil Jilguerillo,
La simple Mariposa.
Pero del auditorio
Otra porción no corta,
Ofendida, no pudo
Sufrir tanta parola.
El Tigre, el rapaz Lobo
Contra el censor se enojan.
¡Qué de injurias vomita
La Sierpe venenosa!
Murmuran por lo bajo,
Zumbando en voces roncas,
El Zángano, la Avispa,
El Tábano y la Mosca.
Sálense del concurso,
Por no escuchar sus glorias,
El Cigarrón dañino,
La Oruga y la Langosta.
La Garduña se encoge,
Disimula la Zorra,
Y el insolente Mono
Hace de todo mofa.
Estaba el Elefante
Viéndolo con pachorra,
Y su razonamiento
Concluyó en esta forma:
"A todos y a ninguno
Mis advertencias tocan:
Quien las siente, se culpa;
El que no, que las oiga."
Quien mis fábulas lea,
Sepa también que todas
Hablan a mil naciones,
No sólo a la española.
Ni de estos tiempos hablan,
Porque defectos notan
Que hubo en el mundo siempre,
Como los hay ahora.
Y pues no vituperan
Señaladas personas,
Quien haga aplicaciones
Con su pan se lo coma.
(Cuando un autor ha llegado a ser famoso, todo se le aplaude.)
Cierto Galán a quien París aclama
Petimetre del gusto más extraño,
Que cuarenta vestidos muda al año,
Y el oro y plata sin temor derrama,
Celebrando los días de su dama,
Unas hebillas estrenó de estaño,
Sólo para probar con este engaño
Lo seguro que estaba de su fama.
"¡Bella plata! ¡Qué brillo tan hermoso!
(Dijo la dama): ¡viva el gusto y numen
Del Petimetre, en todo primoroso!"
Y ahora digo yo: llene un volumen
De disparates un autor famoso,
Y si no le alabaren, que me emplumen.
(El libro que de suyo es malo, no deja de serlo porque tenga tal cual cosa buena.)
Cierto Lobo, hablando con cierto Pastor,
"Amigo (le dijo), yo no sé por qué
Me has mirado siempre con odio y horror.
Tiénesme por malo; no lo soy a fe.
"Mi piel, en invierno, ¡qué abrigo no da!
Achaques humanos cura más de mil;
Y otra cosa tiene, que seguro está
Que la piquen pulgas ni otro insecto vil.
"Mis uñas no trueco por las del tejón,
Que contra el mal de ojo tienen gran virtud.
Mis dientes, ya sabes cuan útiles son,
Y a cuántos con mi unto he dado salud."
El Pastor responde: "¡Perverso animal!
Maldígate el Cielo, maldígate, amén;
Después que estás harto de hacer tanto mal,
¿Qué importa que puedas hacer algún bien?"
Al diablo los doy
Tantos libros Lobos como corren hoy.
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