Fábulas en verso

de Tomás de Iriarte (Ed. arreglada por Jaime Fitzmaurice-Kelly)



Páginas: [1] [2]


El buey y la cigarra

(Muy necio y envidioso es quien afea un pequeño descuido en una obra grande.)


Arando estaba el Buey; y a poco trecho,

La Cigarra, cantando, le decía:

"¡Ay, ay! ¡Qué surco tan torcido has hecho!"

 

Pero él le respondió: "Señora mía,

Si no estuviera lo demás derecho,

Usted no conociera lo torcido.

Calle, pues, la haragana reparona;

Que a mi amo sirvo bien, y él me perdona

Entre tantos aciertos un descuido."

 

¡Miren quién hizo a quién cargo tan fútil!

Una Cigarra al animal más útil.

Mas ¿si me habrá entendido

El que a tachar se atreve

En obras grandes un defecto leve?


El burro flautista

(Sin reglas del arte, el que en algo acierta, acierta por casualidad.)


Esta fabulilla,

Salga bien o mal,

Me ha ocurrido ahora

Por casualidad.

 

Cerca de unos prados

Que hay en mi lugar,

Pasaba un Borrico

Por casualidad.

 

Una flauta en ellos

Halló, que un zagal

Se dejó olvidada

Por casualidad.

 

Acercóse a olerla

El dicho animal,

Y dio un resoplido

Por casualidad.

 

En la flauta el aire

Se hubo de colar,

Y sonó la flauta

Por casualidad.

 

¡Oh! dijo el Borrico:

¡Qué bien sé tocar!

¡Y dirán que es mala

La música asnal!

 

Sin reglas del arte,

Borriquitos hay

Que una vez aciertan

Por casualidad.


El cazador y el hurón

(A los que se aprovechan de las noticias de otros, y tienen la ingratitud de no citarlos.)


Cargado de conejos,

Y muerto de calor,

Una tarde de lejos

A su casa volvía un Cazador.

 

Encontró en el camino,

Muy cerca del lugar,

A un amigo y vecino,

Y su fortuna le empezó a contar.

 

"Me afané todo el día

(Le dijo); pero ¡qué!

Si mejor cacería

No la he logrado, ni la lograré.

 

"Desde por la mañana

Es cierto que sufrí

Una buena solana;

Mas mira qué gazapos traigo aquí.

 

"Te digo y te repito,

Fuera de vanidad,

Que en todo este distrito

No hay cazador de más habilidad."

 

Con el oído atento

Escuchaba un Hurón

Este razonamiento,

Desde el corcho en que tiene su mansión.

 

Y el puntiagudo hocico

Sacando por la red,

Dijo a su amo: "Suplico

Dos palabritas, con perdón de usted.

 

"Vaya, ¿cuál de nosotros

Fue el que más trabajó?

¿Esos gazapos y otros

Quién se los ha cazado sino yo?

 

"¡Patrón! ¿tan poco valgo,

Que me tratan así?

Me parece que en algo

Bien se pudiera hacer mención de mí."

 

Cualquiera pensaría

Que este aviso moral

Seguramente haría

Al Cazador gran fuerza; pues no hay tal.

 

Se quedó tan sereno

Como ingrato escritor

Que del auxilio ajeno

Se aprovecha, y no cita al bienhechor.


El elefante y otros animales

(Ningún particular debe ofenderse de lo que se dice en común.)


Allá, en tiempo de entonces,

Y en tierras muy remotas,

Cuando hablaban los brutos

Su cierta jerigonza,

Notó el sabio Elefante

Que entre ellos era moda

Incurrir en abusos

Dignos de gran reforma.

 

Afeárselos quiere,

Y a este fin los convoca.

Hace una reverencia

A todos con la trompa,

Y empieza a persuadirlos

En una arenga docta,

Que para aquel intento

Estudió de memoria.

 

Abominando estuvo

Por más de un cuarto de hora

Mil ridículas faltas,

Mil costumbres viciosas:

La nociva pereza,

La afectada bambolla,

La arrogante ignorancia,

La envidia maliciosa.

 

Gustosos en extremo,

Y abriendo tanta boca,

Sus consejos oían

Muchos de aquella tropa:

El Cordero inocente,

La siempre fiel Paloma,

El leal Perdiguero,

La Abeja artificiosa,

El Caballo obediente,

La Hormiga afanadora,

El hábil Jilguerillo,

La simple Mariposa.

 

Pero del auditorio

Otra porción no corta,

Ofendida, no pudo

Sufrir tanta parola.

El Tigre, el rapaz Lobo

Contra el censor se enojan.

¡Qué de injurias vomita

La Sierpe venenosa!

Murmuran por lo bajo,

Zumbando en voces roncas,

El Zángano, la Avispa,

El Tábano y la Mosca.

 

Sálense del concurso,

Por no escuchar sus glorias,

El Cigarrón dañino,

La Oruga y la Langosta.

La Garduña se encoge,

Disimula la Zorra,

Y el insolente Mono

Hace de todo mofa.

 

Estaba el Elefante

Viéndolo con pachorra,

Y su razonamiento

Concluyó en esta forma:

"A todos y a ninguno

Mis advertencias tocan:

Quien las siente, se culpa;

El que no, que las oiga."

 

Quien mis fábulas lea,

Sepa también que todas

Hablan a mil naciones,

No sólo a la española.

Ni de estos tiempos hablan,

Porque defectos notan

Que hubo en el mundo siempre,

Como los hay ahora.

Y pues no vituperan

Señaladas personas,

Quien haga aplicaciones

Con su pan se lo coma.


El galán y la dama

(Cuando un autor ha llegado a ser famoso, todo se le aplaude.)


Cierto Galán a quien París aclama

Petimetre del gusto más extraño,

Que cuarenta vestidos muda al año,

Y el oro y plata sin temor derrama,

Celebrando los días de su dama,

Unas hebillas estrenó de estaño,

Sólo para probar con este engaño

Lo seguro que estaba de su fama.

 

"¡Bella plata! ¡Qué brillo tan hermoso!

(Dijo la dama): ¡viva el gusto y numen

Del Petimetre, en todo primoroso!"

 

Y ahora digo yo: llene un volumen

De disparates un autor famoso,

Y si no le alabaren, que me emplumen.


El lobo y el pastor

(El libro que de suyo es malo, no deja de serlo porque tenga tal cual cosa buena.)

 

Cierto Lobo, hablando con cierto Pastor,

"Amigo (le dijo), yo no sé por qué

Me has mirado siempre con odio y horror.

Tiénesme por malo; no lo soy a fe.

 

"Mi piel, en invierno, ¡qué abrigo no da!

Achaques humanos cura más de mil;

Y otra cosa tiene, que seguro está

Que la piquen pulgas ni otro insecto vil.

 

"Mis uñas no trueco por las del tejón,

Que contra el mal de ojo tienen gran virtud.

Mis dientes, ya sabes cuan útiles son,

Y a cuántos con mi unto he dado salud."

 

El Pastor responde: "¡Perverso animal!

Maldígate el Cielo, maldígate, amén;

Después que estás harto de hacer tanto mal,

¿Qué importa que puedas hacer algún bien?"

 

Al diablo los doy

Tantos libros Lobos como corren hoy.



¿Qué fabula te ha gustado más?


Escribir comentario

Comentarios: 0